lunes, marzo 27, 2006

moldes

amarillo

domingo, marzo 26, 2006

estudiante

Él es del Barco. Capitán, buen músico y gran amigo. Vino desde el poblado y me descubrió otro barrio de la ciudad. Un barrio que esconde otros secretos y en el que uno parece no estar en la Istanbul de más de doce millones de habitantes. Esta muy lejos pero la excursión valió la pena.
Cerca de una mequita, enfrente de una chabola con huerto se encontraba la fábrica. Era una pequeña casa de piedra, con cuatro ventanitas, puerta y tejado a dos aguas. El letrero de fondo azul y letras doradas se veía desde lejos y emocionó a mi amigo. Y es que allí se hacen los mejores platos de batería según él. Dentro hacía mucho calor. Unos hombres trabajaban frente al fuego de tono amarillento. El humo era intenso y salía por el techo. Habían quitado algunas planchas de uralita y la estructura de madera del tejado estaba a la vista. Por allí también se colaban los rayos de sol. Muy diagonales a aquella hora del día. Estaban empezando el proceso de fabricación. Fundiendo acero y aleaciones. Fórmula secreta. Todo lo hacían aquellos hombres, entre los que se encontraba uno de los dueños. A algunos solo se les veían los brillantes ojos y parte de las cejas. Iban con ropas sucias y oscuras. Sus manos al quitarse los guantes eran color carbón. Fuimos a una habitación apartada de la fábrica. Como una oficina, pero con una batería. Allí probó los platos y eligió. Hubo regateo y al final buen descuento.
Dejaron los moldes preparados para el día siguiente. Había trozos de platos fallidos para reciclar esparcidos por el suelo. Una máquina para hacer relieves desgastada y grasienta. Todo era muy humilde pero se apreciaba la paciencia y delicadeza con la que allí se trabajaba. Parece increíble que estos platos turcos totalmente artesanales triunfen tanto. Su sonido viaja de escenario a escenario por todo el mundo. Mientras que algunos de los que los fabrican ni siquiera han salido de Istanbul. Estoy seguro que la próxima vez que él vaya a la fábrica ya no será como estudiante.

jueves, marzo 23, 2006

lapida

martes, marzo 21, 2006

cansancio

Parece que por fin llegó la primavera. Luce el sol y el azul del cielo es intenso. Aunque al caer la noche en la orilla europea del Bósforo, cerca del primer puente, todavía hace algo de frío.
Mi bicicleta descansa junto a mí. Escuchamos la música de la ciudad, la de sus mezquitas. Las luces se van encendiendo. Hace algo de viento. Después del paso de un gran petrolero una serie de olas choca con fuerza contra el muelle. El agua por un momento sube hacia el cielo, ya de un azul muy oscuro, y moja a la pareja que se abrazaba. El cormorán salió del agua y sacudió sus grandes alas. Un grupo de pájaros descansaba sobre la cúpula de la mezquita.
Se hizo el silencio. Es hora de volver. Se ha hecho de noche. Un largo viaje me espera. Algo de él sacaré. Aunque sólo sean agujetas y cansancio.

lunes, marzo 20, 2006

cruz

sábado, marzo 18, 2006

mirar

Él tiene facilidad para el dibujo. No es muy alto, lleva barba y el pelo corto. Tiene los dientes pequeños y algo separados. Siempre le acompañan su escuadra y cartabón. Confía mucho en si mismo y en su religión. Es el primer kurdo con el que establezco amistad. Desde el otro lado muchas cosas se ven diferente. Cuando uno te explica su versión, normalmente difiere bastante de la del otro con el que esta peleado.
Sus ojos son pequeñitos y su mirada intenta atrapar muchas cosas a la vez. Él cree que son muy diferentes a los turcos. Yo trato de explicarle que sería más provechoso encontrar similitudes. Que seguro que las hay. Tras varios “çay” en un café kurdo de “Beyoglu”, el primer café en Istanbul en el que no veo un retrato de Atatürk, me dijo que su pueblo estaba vacío. Desde hace seis años ya no vive nadie allí. Y no porque no quieran. Dice que esa es una de las cosas que le hace ser nacionalista. No apoya los actos terroristas. No se considera turco, y le gastaría que sus hermanos pequeños aprendieran su idioma y costumbres. En aquel mismo café la mayoría eran kurdos pero solo se escuchaba el turco.
De nuevo por aquí. Hace algo de frío y cae una ligera lluvia. Todavía sale humo de algunas chimeneas. Echaba de menos esa tensión al cruzar las calles entre los coches. Bastante faena de la universidad. Pero con ganas de por fin hacer algo de arquitectura. Empiezan a llegar las visitas, pero todavía no el buen tiempo. Mucho que visitar, mostrar y enseñar. Muchas cosas pueden ser diferentes, pero depende de con que objetivo se miren.

viernes, marzo 03, 2006

pronto

Las gaviotas flotan en las hoy poco movidas aguas del Bósforo. La máquina sigue excavando el túnel que lo atravesará. Otro petrolero pasa frente a la universidad, interrumpiéndome la vista de Uskudar. Suena la bocina del “vapor”. El primer puente se ve al fondo. Las cúpulas de las mezquitas brillan cuando el sol se asoma entre las nubes. No hace frío ni calor. Algunos tiran migas de pan al agua. Las gaviotas se abalanzan. Las nubes parecen pintadas con acuarela fina y precisa sobre el fondo azul.
He llegado al ecuador de mi estancia aquí. Supongo que ahora no habrá tantas cuestas, solo repechos. De todas maneras me voy unos días a Barcelona. Un avituallamiento para coger fuerzas. Las etapas finales pueden ser duras. Y sobre todo acabar de preparar ese gran viaje veraniego que tengo casi planeado. Istanbul görüsürüz. Volveré pronto.

miércoles, marzo 01, 2006

carrera