viernes, mayo 19, 2006

oro

domingo, mayo 14, 2006

campeón

miércoles, mayo 10, 2006

manos

Madrugué, pero valió la pena. La asignatura es algo así como “planificación rural”. Salimos con retraso de la universidad. El chofer del autobús se durmió. En poco tiempo el paisaje fue cambiando. No había mucho tráfico y tras una cabezadita ya desperté inmerso en un verde oscuro y carreteras de menos carriles. La verdad es que no recuerdo el nombre del pueblecito. Esta en la zona europea y cerca del Mar Negro, todavía en los límites de la provincia de Istanbul.
En la placita del pueblo nos recibieron algunos niños. Se veían tractores, no olía a döner bueno o quizás si pero sin cocinar, porque olía a vaca. Se veía mucha ropa secándose, debían haber echo la colada. Allí en las casas también se dejan las esperas de los pilares. Y desde las ventanas de esas casas se asomaban algunas gentes. También salieron del “café” algunos de los lugareños. Incluido el alcalde del pueblo. Nos recibió en la cafetería. Hicimos grupos de trabajo y pronto nos repartimos las casas del pueblo. Sin más nos pusimos en marcha para realizar las encuestas requeridas.
Nuestra zona bajaba hacia el valle. En las casas normalmente encontramos a las mujeres. Los hombres estaban en el “café”, en el campo con el tractor o en la única empresa del pueblo que fabricaba carbón. También encontramos en aquellas casas algo dejadas, en muchos casos sin revestimientos y todavía con las chimeneas encendidas a algunos jóvenes que aunque querían no habían podido ir ni al instituto. Normalmente eran chicas, porque los chicos estaban haciendo el servicio militar. Ellas se dedicaban a ayudar a sus padres. Por otro lado la vida allí era muy tranquila. Solo se escuchaban a los pájaros, gallinas y de vez en cuando a las vacas. No había coches, las vistas eran muy verdes, bosques y praderas. Todas las casas tenían un pequeño huerto y un horno de piedra donde cocinaban incluso el pan. Muy rico por cierto. Parecía un buen sitio para descansar de la ciudad durante una época. Pero yo no creo que para toda la vida. Como lo había estado ella. Una señora de noventa y cinco años. Se apoyaba en un palo curvado como su espalda. Sus ojos azules me sorprendieron cuando se sentó en la acera y pudimos verle la cara. Casi no le quedaban dientes. Supongo que a la vez que los había ido perdiendo sus arrugas habrían ido creciendo. Pero dentro de ella había, y en la encuesta se reflejo, mucha vida y muy buen sentido de humor. Había vivido mucho. Muchos ha cambiado su país durante su vida. Ella siempre ha estado en aquel pequeño pueblo Y en esas manos arrugadas como si hubieran estado largo tiempo en remojo, pudimos reconocer todo el trabajo realizado en el campo y por su f
amilia.

lunes, mayo 08, 2006

verde

uva

viernes, mayo 05, 2006

grieta

jueves, mayo 04, 2006

nube

La cuestión es dormirse pronto en el autobús. Mejor no saber si el de al lado ronca o no. Al llegar no sabría decir si había más claros o nubes. Lo que es seguro es que olía diferente, más a campo. El pueblo de Göreme insertado en un valle caprichosamente rocoso nos recibió algo dormido. Pronto conocimos al príncipe gitano de kapadokia. Nos invitó al çay de bienvenida y pronto nos instalamos en una pensión al otro lado de la carretera.
La antigua tierra de los caballos bellos tiene muchas opciones para ser visitada. Esta situada en la Anatolia Central. Fue en un tiempo el corazón del Impero Hitita, y luego volvió a destacar en la época romana. La zona más impresionante, de paisaje casi lunar, se extiende entre Kayseri, Aksaray, Hacibektas y Nigde. A pesar de su aparente aridez el suelo volcánico es rico en minerales y muy fértil. Kapadokia sigue siendo una región agrícola, aunque poco a poco el turismo sigue segregándola. Se pueden encontrar pequeños viñedos escondidos por cualquier rincón. Y los árboles frutales dan color al paisaje rocoso. Paisaje de “chimeneas de hadas”, casas labradas en la roca, grutas misteriosas y ciudades subterráneas.
El primer día nos decidimos por la moto. Disfrutamos de algunos pueblecitos alejados del recorrido turístico de autobús y japoneses. Monasterios, casas de piedra, de madera, valles increíbles, rocas de formas dichosas, mercados rebosantes de frutas y verduras, montañas ondulantes, naturaleza viva, agricultura… todo en estado puro. Pero el cielo gris se fue oscureciendo y un frío viento que nos escupía gotas de lluvia nos hizo retroceder. Nos resguardamos en una de esas rocas erosionadas y agujereada. Suma de estratos y paso de años. Por un momento estando allí metidos, lejos de la carretera y tan solo escuchando caer la lluvia, nos sentimos en otra época. Quizás lejana y difícil de situar.
Muchas son las culturas, pueblos y personas que han habitado esa indescriptible zona de Turquía. Todas se aprovecharon de sus características. Ahora también lo hacemos, pero quizás peor que antaño.
Nos decantamos por el circuito organizado al segundo día. Resulto ser mejor de lo que esperábamos. Nos permitió visitar lugares más alejados y descansar en los desplazamientos. La ciudad subterránea de Derinkuyu “pozo profundo” tiene grandes salas repartidas en siete niveles. Llegando a una profundidad de mas de 20 metros. Estando allí abajo era difícil de imaginar como vivían aquellas gentes. Sin luz natural y sin contacto con el exterior durante largas épocas. Son apreciables algunas de sus ventajas respecto a temperatura y protección. Pero yo creo que no podría vivir allí. En el valle de Ihlara apreciamos los frescos de algunas de las iglesias excavadas en la roca. Iglesias bizantinas, lugar de monjes entre vegetación y con la música del río y de los pájaros. Un paseo que concluyó con una buena comida junto al río. En Avanos junto al río Rojo y también excavado en la roca visitamos un negocio familiar de cerámica. Grandes maestros y secretos de padres a hijos. Pero además los hijos han de aprender ingles para realizar show de demostración. Divertido e interesante. Todas estas visitas las enlazábamos con paradas para disfrutar del paisaje o de pequeños asentamientos y monasterios escarpados en las rocas. Que recordaban en ocasiones figuras gaudinianas, fantasmas, pirámides, panales o incluso los torreones del castillo de arena de la playa. El cristal de la ventanilla no resulto tan grueso en esta ocasión.

El último día transcurrió a menor velocidad. La que nos permitían nuestras piernas. Así visitamos los valles cercanos a Göreme. Interaccionando directamente con todo ese paisaje y naturaleza que seguía sorprendiéndonos. Entre orugas y lagartijas tomamos el sol que nos visitaba con fuerza por primavera vez. Sobre uno de los glaciares areniscos y con vistas a esa agricultura salpicada de turismo. Allí también encontramos la hospitalidad turca. En el maletero de un coche, de nuevo en forma de çay, y acompañada de una conversación enriquecedora. Al final no hubo puesta de sol. Una gran nube lo evitó. Esa nube era alargada y densa. De la zona, pueblerina, de las que no se ven en la ciudad. Parecía aguantar algunas de esas rocas de kapadokia. Como por hilos de nylon solo visibles a contraluz. Ya estoy deseando volver para comprobar si la nube sigue allí. Y ver las nuevas formas que han adoptado las piedras si la nube se ha movido y ha estirado los hilos. Aquella puesta de sol solo esta en mi imaginación, pero algún día espero volver a aquel valle para quizás volverla a imaginar.