martes, abril 18, 2006

aceitunas

Amaneció con ese azul del que os hable. Empezamos el día como toca, con un buen desayuno. Y rápidamente en marcha hacia Sirkeci para coger el barco. Las gaviotas también madrugaron ayer domingo. Nos acompañaron hasta las islas sin a penas rechistar. Siguiendo la estela del blanco de la espuma que desaparecía en poco a poco.
Había visitado anteriormente las islas de los “Príncipes”, pero esta vez no fuimos a Büyükada (isla grande). Desembarcamos en Burgazada. Y allí nos reunimos con otros compañeros de la universidad. La arquitectura de estilo victoriano de algunas de las casas, los carros tirados por caballos, la madera desgastada de las puertas y vallas, la naturaleza, el aire limpio… por un momento parecía estar en otra época y otro lugar. Pero de repente el camión o el rugir del motor de la excavadora me hacían despertar y seguir pedaleando.
Se oían a los pájaros charlar, y la neblina marina y matutina empezó a desvanecerse. Aparcamos a nuestras compañeras y bajamos la colina. El agua estaba más verde que azul. Medusas y algo de basura flotaban sobre un fondo pedroso y diferente al del mediterráneo. Recordé la isla y los veranos. Hicimos rebotar piedras contra el agua. Caminamos saltando entre las rocas. El sol ya estaba muy arriba cuando llegaron los demás. En sus gafas de sol se reflejaban las rocas y el Mármara. Durante la vuelta ya notamos el cansancio. La gaviota descansaba junto al gato aprovechando el calor acumulado del tejado. Después nos siguió, como las demás. Parecían más hambrientas que nunca. Algunos jóvenes y el pescador saciaron su hambre. Al llegar al barrio ya estaban recogiendo el bazar. Y nos acordamos que no nos quedaban aceitunas.