jueves, mayo 04, 2006

nube

La cuestión es dormirse pronto en el autobús. Mejor no saber si el de al lado ronca o no. Al llegar no sabría decir si había más claros o nubes. Lo que es seguro es que olía diferente, más a campo. El pueblo de Göreme insertado en un valle caprichosamente rocoso nos recibió algo dormido. Pronto conocimos al príncipe gitano de kapadokia. Nos invitó al çay de bienvenida y pronto nos instalamos en una pensión al otro lado de la carretera.
La antigua tierra de los caballos bellos tiene muchas opciones para ser visitada. Esta situada en la Anatolia Central. Fue en un tiempo el corazón del Impero Hitita, y luego volvió a destacar en la época romana. La zona más impresionante, de paisaje casi lunar, se extiende entre Kayseri, Aksaray, Hacibektas y Nigde. A pesar de su aparente aridez el suelo volcánico es rico en minerales y muy fértil. Kapadokia sigue siendo una región agrícola, aunque poco a poco el turismo sigue segregándola. Se pueden encontrar pequeños viñedos escondidos por cualquier rincón. Y los árboles frutales dan color al paisaje rocoso. Paisaje de “chimeneas de hadas”, casas labradas en la roca, grutas misteriosas y ciudades subterráneas.
El primer día nos decidimos por la moto. Disfrutamos de algunos pueblecitos alejados del recorrido turístico de autobús y japoneses. Monasterios, casas de piedra, de madera, valles increíbles, rocas de formas dichosas, mercados rebosantes de frutas y verduras, montañas ondulantes, naturaleza viva, agricultura… todo en estado puro. Pero el cielo gris se fue oscureciendo y un frío viento que nos escupía gotas de lluvia nos hizo retroceder. Nos resguardamos en una de esas rocas erosionadas y agujereada. Suma de estratos y paso de años. Por un momento estando allí metidos, lejos de la carretera y tan solo escuchando caer la lluvia, nos sentimos en otra época. Quizás lejana y difícil de situar.
Muchas son las culturas, pueblos y personas que han habitado esa indescriptible zona de Turquía. Todas se aprovecharon de sus características. Ahora también lo hacemos, pero quizás peor que antaño.
Nos decantamos por el circuito organizado al segundo día. Resulto ser mejor de lo que esperábamos. Nos permitió visitar lugares más alejados y descansar en los desplazamientos. La ciudad subterránea de Derinkuyu “pozo profundo” tiene grandes salas repartidas en siete niveles. Llegando a una profundidad de mas de 20 metros. Estando allí abajo era difícil de imaginar como vivían aquellas gentes. Sin luz natural y sin contacto con el exterior durante largas épocas. Son apreciables algunas de sus ventajas respecto a temperatura y protección. Pero yo creo que no podría vivir allí. En el valle de Ihlara apreciamos los frescos de algunas de las iglesias excavadas en la roca. Iglesias bizantinas, lugar de monjes entre vegetación y con la música del río y de los pájaros. Un paseo que concluyó con una buena comida junto al río. En Avanos junto al río Rojo y también excavado en la roca visitamos un negocio familiar de cerámica. Grandes maestros y secretos de padres a hijos. Pero además los hijos han de aprender ingles para realizar show de demostración. Divertido e interesante. Todas estas visitas las enlazábamos con paradas para disfrutar del paisaje o de pequeños asentamientos y monasterios escarpados en las rocas. Que recordaban en ocasiones figuras gaudinianas, fantasmas, pirámides, panales o incluso los torreones del castillo de arena de la playa. El cristal de la ventanilla no resulto tan grueso en esta ocasión.

El último día transcurrió a menor velocidad. La que nos permitían nuestras piernas. Así visitamos los valles cercanos a Göreme. Interaccionando directamente con todo ese paisaje y naturaleza que seguía sorprendiéndonos. Entre orugas y lagartijas tomamos el sol que nos visitaba con fuerza por primavera vez. Sobre uno de los glaciares areniscos y con vistas a esa agricultura salpicada de turismo. Allí también encontramos la hospitalidad turca. En el maletero de un coche, de nuevo en forma de çay, y acompañada de una conversación enriquecedora. Al final no hubo puesta de sol. Una gran nube lo evitó. Esa nube era alargada y densa. De la zona, pueblerina, de las que no se ven en la ciudad. Parecía aguantar algunas de esas rocas de kapadokia. Como por hilos de nylon solo visibles a contraluz. Ya estoy deseando volver para comprobar si la nube sigue allí. Y ver las nuevas formas que han adoptado las piedras si la nube se ha movido y ha estirado los hilos. Aquella puesta de sol solo esta en mi imaginación, pero algún día espero volver a aquel valle para quizás volverla a imaginar.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ya veras como si, LuCaS abi. Todo llega en esta vida, y la tuya se está llenando de nuevas experiencias a una velocidad endiablada.
Y que siga así ....
un saludo

6:05 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

I no vau anar a Agirnas, el poble natal de Sinan ...?

8:18 p. m.  
Blogger Andrés Mourenza said...

Me alegro que te haya ido bien el viaje a Capadocia y que hayas sabido esquivar bien a los turistas. Es un sitio fertil para la imaginacion y, cuando es posible, para disfrutarlo con poca compañia.

Un abrazo

2:50 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

madre mia nunca creia q me iba a emocionar tanto con esto...yo soy estudiante de turismo y pienso que turquia es un buen destino, no solo por el idioma sino por la experiencia q te llevas para toda la vida,,,aparte el ir a este pais nos pede acer valorar muchas mas cosas las cuales no valoramos enb nuestra vida real,gracias por haber hecho este blog,muchas gracias

4:27 p. m.  

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