lunes, abril 24, 2006

anzuelos

martes, abril 18, 2006

alas

aceitunas

Amaneció con ese azul del que os hable. Empezamos el día como toca, con un buen desayuno. Y rápidamente en marcha hacia Sirkeci para coger el barco. Las gaviotas también madrugaron ayer domingo. Nos acompañaron hasta las islas sin a penas rechistar. Siguiendo la estela del blanco de la espuma que desaparecía en poco a poco.
Había visitado anteriormente las islas de los “Príncipes”, pero esta vez no fuimos a Büyükada (isla grande). Desembarcamos en Burgazada. Y allí nos reunimos con otros compañeros de la universidad. La arquitectura de estilo victoriano de algunas de las casas, los carros tirados por caballos, la madera desgastada de las puertas y vallas, la naturaleza, el aire limpio… por un momento parecía estar en otra época y otro lugar. Pero de repente el camión o el rugir del motor de la excavadora me hacían despertar y seguir pedaleando.
Se oían a los pájaros charlar, y la neblina marina y matutina empezó a desvanecerse. Aparcamos a nuestras compañeras y bajamos la colina. El agua estaba más verde que azul. Medusas y algo de basura flotaban sobre un fondo pedroso y diferente al del mediterráneo. Recordé la isla y los veranos. Hicimos rebotar piedras contra el agua. Caminamos saltando entre las rocas. El sol ya estaba muy arriba cuando llegaron los demás. En sus gafas de sol se reflejaban las rocas y el Mármara. Durante la vuelta ya notamos el cansancio. La gaviota descansaba junto al gato aprovechando el calor acumulado del tejado. Después nos siguió, como las demás. Parecían más hambrientas que nunca. Algunos jóvenes y el pescador saciaron su hambre. Al llegar al barrio ya estaban recogiendo el bazar. Y nos acordamos que no nos quedaban aceitunas.

sábado, abril 15, 2006

barca

hoy

Aunque el tiempo y las temperaturas cambian muy rápido aquí, yo ya tengo una rutina de la ciudad. Y eso no me gusta. Creo que voy pensando demasiado en lo poco que me queda en Istanbul, y por eso ahora no lo disfruto tanto. Quizás este un poco estancado.
Ha llegado el turisteo a la ciudad. Es curioso ver como reaccionan todas mis visitas frente a la ciudad. A cada grupo les sorprenden cosas diferentes. Hay aspectos de la ciudad que los ven de distinta manera a mí. Supongo que por el tiempo que cambia muchas cosas. Pero todos se hacen rápido con Istanbul. El primer día van un poco asustados, con muchas preguntas. Pero poco a poco la propia ciudad se las va respondiendo.
En cambio yo cada vez me acerco menos por los sitios turísticos. A veces me sabe mal no acompañar a mis visitas, pero espero que lo comprendan. Las últimas semanas por fin estoy trabajando algo en la universidad. Y eso no me deja tiempo para seguir perdiéndome por los barrios de la ciudad. Echo en falta pasear entre las casas de maderas de Fatih y ver jugar a los niños en las calles, mis vueltas en bicicleta alrededor del Cuerno del oro o con dirección al Mar Negro, y mis visitas a Yenibosna y a la familia Dogan.
Todo cambia al despertarme y ver el azul del cielo. Me recuerda muchas cosas y días divertidos. El contraste de ese azul tan intenso con el marrón de la madera de la ventana y con el amarillo de la pared me hace levantarme de diferente humor. Como hoy.

sábado, abril 08, 2006

desembarco

jueves, abril 06, 2006

arcos

miércoles, abril 05, 2006

caligrafia

lunes, abril 03, 2006

separar

Durante un tiempo Edirne fue la capital del imperio. Gracias a ello se puede disfrutar de sus estupendas mezquitas, bazares, puentes, baños turcos y casas típicas de la época. No es una ciudad muy turística, esa es una de las razones por las que creo que conserva su espíritu y pureza. El gran Mimar Sinan arquitecto de arquitectos construyó allí su gran obra maestra. La mezquita Selimiye es realmente increíble. Tiene forma ortogonal, esta cubierta por una enorme cúpula central, la ornamentación es delicada, su acústica inmejorable y tiene cuatro esbeltos minaretes que la hacen elevarse hacia el cielo.
Ha sido corto pero intenso. El tamaño de Edirne es muy cómodo. Se puede visitar prácticamente en un día. Sus mezquitas me han impresionado. Además de Selimiye; destacan la Eski camii (mezquita antigua) de estilo diferente a las de Istanbul. Ejemplifica uno de los estilos arquitectónico otomanos utilizados en Bursa. Tiene hileras de arcos y pilares que sustentan pequeñas cúpulas. En el interior destacan unas inmensas inscripciones caligráficas otomanas. También me sorprendió Üçserefeli Camii (mezquita de las tres galerias). El estilo típicamente otomano con la fuente de las abluciones (sadirvan) central en el patio de entrada, supuso en su día una innovación arquitectónica. Y fue en esta mezquita donde apareció. Es curioso observar que sus cuatro minaretes son diferentes en altura y acabado, debido a que fueron erigidos en distintas épocas.
En Edirne además de las visitas obligadas fue curioso observar lo que quedan de las casas típicas otomanas. Primero de madera y luego de piedra. Muy ornamentadas y de considerable tamaño. Un barrio histórico en el que los niños jugaban a la pelota en las calles sin apenas tráfico. También valió la pena el paseo hasta lo que fue la última mezquita imperial, el complejo Beyazit Külliyesi. Al aproximarnos disfrutamos de inmejorables vistas sobre el complejo que se reflejaba en el río. El cielo estaba lleno de esponjosas nubes, en el puente había algún aburrido pescador y de fondo se oían las ovejas. El sol fue bajando y cambiando de tono. Se acostó sobre la corriente de ese río verdoso.
Desde Edirne y tras un desayuno con diamantes nos dirigimos hacia Grecia. Supongo que antiguamente todas las fronteras serían así. Realmente un cuchillo, un corte en la tierra. Yo no estoy acostumbrado y me sorprendió. Cruzamos la frontera caminando. A penas quinientos metros separaban el rojo del azul. El turco del griego. Turquía de Grecia. Esperamos al tren que nunca llegó en aquel pueblecito griego, pero todo eso ya queda fuera de lubmatse. Prefiero las fronteras que unen a las que separan.