domingo, noviembre 27, 2005

miedo

Con las manos temblorosas, con el corazón acelerado y con un nudo marinero en el estomago escribo lo sucedido hace pocas horas.
Vivo en un primer piso. Salón con fachada a la calle, pasillo-cocina, dormitorio y baño en fachada posterior. Hay un gran ventanal en el salón, con dos pequeñas aberturas practicables. Por una de ellas él entró. Debió forzar el cierre o quizás deje la ventana mal cerrada. Entró en el salón removió las cosas, cogió mi cámara de fotos, pero no encontró el ordenador. La cámara no era suficiente. Debió recorrer el pasillo y se debió asomar a mi habitación. Allí estaba junto a mí. La noche anterior me había dormido junto al ordenador escuchando al gran maestro. El lo quería y se acercó. Yo me desperté y su silueta en esa luz del final de la madrugada vi. Mi corazón despertó de golpe y grité. Salte inconscientemente hacia él. El empezó a correr. Resbaló con las alfombras y conseguí hacerle la zancadilla. Chocó contra la pared y el cuadro se cayó. Tras él fui hasta la ventana. Allí le cogí por su jersey de lana azul celeste y su piel y oscuro pelo pude ver. Pero el saltó desde los 5 metros. Seguí gritando. Desperté a los vecinos y empecé a correr calle abajo. Pero el ya no estaba, desapareció.
Pensándolo ahora, cometí imprudencias. Pudo ser peligroso. Por suerte no paso nada. Las cosas materiales no son importantes. Pero yo trataba de cogerlo por la intrusión, por lo que significaba ese despertar de domingo, no por lo robado. Ahora es cuando pienso y tengo miedo.

martes, noviembre 22, 2005

blanco

escalera

Ya había ido antes a la zona del Gran Bazar, pero ese día fue diferente. Aquel día fui con mis compañeros de clase con la idea de estudiarla y analizarla. Quedamos en la puerta del bazar de las especies, y desde allí fuimos subiendo. La verdad es que cada vez que visito esas calles, callejuelas y callejones me parecen diferentes. Era sábado y había mucha gente. Con plano en mano era más fácil orientarse, pero aun así nos acabamos perdiendo. Dábamos un poco el cante mirando hacia el cielo buscando el final de los edificios, mientras todo el mundo observaba las tiendas. Entramos en un antiguo claustro, hoy utilizado como aparcamiento. Me interese por una oscura escalera y cuando iba a fotografiarla un señor apareció de la nada y empezó a subirla. Salió en la foto y cuando estaba por la mitad de las escaleras se dio la vuelta y me habló en turco. No le entendí, pero Nihan que estaba junto a mi sí. Entonces avisó a los demás y seguimos al hombre.
En el primer piso del claustro, cubierto con bóvedas de ladrillo, todo estaba húmedo, desgastado, sucio, casi ruinoso… el hombre hablaba con mis compañeros. Yo trataba de ver lo que había detrás de las puertas entreabiertas. Eran los talleres o almacenes donde se fabricaban o almacenaban los objetos que se vendían en las tiendas de los alrededores. Pero allí también vivía gente. Había ropa colgada de desgastadas cuerdas, brasas todavía humeantes, muebles viejos… el pasillo era muy largo. Al final a mano izquierda el hombre nos enseñó su taller de lámparas, instalado dentro de una de las bóvedas, y con una acústica perfecta. Entonces llamó a un amigo suyo al que también seguimos. Subimos otras escaleras y por fin lo entendí todo. Aquel enigmático hombre de densa barba, cuando le fotografié en las escaleras, me había dicho que si me gustaba hacer fotos el sabia un buen sitio para hacerlas…
Estábamos en la cubierta del claustro, caminando entre las ondulantes bóvedas, a la altura de los minaretes de las mezquitas y con todo Estambul a nuestros pies. El tiempo no acompañaba. Empezó a llover, pero era una lluvia amable. Ligera y no muy fría. Se podían ver los puentes sobre el Cuerno de oro, el intenso tráfico, la silueta de los grandes edificios, la torre de Gálata, un montón de mezquitas…
A ese hombre lo más seguro es que no lo vuelva a ver, pero sin duda tardaré en olvidarlo. Allí, girándose sobre el escalón de aquella oscura escalera.

miércoles, noviembre 16, 2005

simetría

La visita se frustró, el cielo se nubló, la universidad empezó y el frío todo lo agudizó. Semana no muy buena la pasada. Pero poco a poco se suben las grandes cuestas de Istanbul. En algunas hay que incluso poner el plato pequeño. Pero nunca dejar de pedalear.
Antes de llegar a esta ciudad y país, suponía que lo que más me iba sorprender y a asombrar serían sus famosos lugares. Santa Sofía, El palacio Topkapi, las vistas del Bósforo, la mezquita Azul... pero me voy dando cuenta de que lo mejor aquí son las personas que voy conociendo. Todas ellas han hecho algo por mí, y a todas se lo agradezco.
Para mi las cosas en la vida van llegando como cuando te sientas en el autobús mirando hacia el tubo de escape. Van apareciendo al mismo tiempo que otras se van alejando poco a poco. Algunas no te da tiempo de disfrutarlas. Otras en cambio van a la misma velocidad y te acompañan. O en ocasiones el autobús se detiene y puedes realmente disfrutar de alguna de ellas. No me gusta sentarme mirando hacia los limpiaparabrisas, ves desde muy lejos venir las cosas. Piensas en ellas demasiado y al final no las disfrutas.
Hacia mucho que no iba al teatro. No era una obra teatral sino una compañía de danza moderna. Me gusto mucho. Mucha energía, fuerza, coordinación, ritmo, espectáculo y diversión. No podía parar de mirar de un lado a otro del escenario. Me daba la sensación de que me estaba perdiendo algo. Mucha gente en movimiento y cada uno de una manera diferente. No había un centro, ni simetría. O quizás había demasiadas.

lunes, noviembre 07, 2005

silencio

Estos días de fiesta los he pasado con la ya mi familia turca. Este “bayran” es típico por el azúcar. Los niños recorren los barrios casa por casa en busca de caramelos y chocolates. Las familias se visitan. Las comilonas son frecuentes. Recordare estas largas noches de charlas y risas, acompañadas de “çay” y “baklava”.
Aunque el tiempo no acompaña demasiado, he empezado a adentrarme en la jungla de Istanbul con mi compañera. La bicicleta es un medio de transporte que me permite conocer rincones poco accesibles de la ciudad. Tras las pronunciadas cuestas disfruto de preciosas vistas en las que se puede ver como se cuelan los rayos de sol entre las nubes. Forman círculos iluminados en el Mármara como si este se tratara de un escenario. Un escenario en el que los barcos esperan para actuar, posicionados como piezas en el tablero de ajedrez.
Un partido de baloncesto puede ser muy emocionante. Pero hasta ahora no sabía que también podía convertirse en una auténtica fiesta. La gran rivalidad entre turcos y griegos aumentaba el interés del partido. Ulker-Panathinaikos partido de euroliga. En la calle frío intenso, dentro del pabellón calor sofocante. La grada no paraba de animar: cánticos, bailes, banderas, palmas… todo impresionaba mucho, pero como la emoción del silencio ninguna...

jueves, noviembre 03, 2005

compañera

El “ramazan” se acabó. Se acabó el despertarme con los tambores en las madrugadas. Los que lo siguen a raja tabla, dicen que solo es difícil los primeros días luego te acostumbras. Yo no pase de esos primeros días. Puede que alguno de vosotros lo consideréis una tontería, pero yo creo que es algo interesante. Al fin y al cabo tan sólo es un cambio de horario. Pero un cambio que hace que los fieles musulmanes conozcan lo que es el hambre y la fuerza de voluntad. Al final todo se arregla, como casi todo aquí, en familia y en la mesa. Echaré de menos esos minutos en que la tarde se convierte en noche; el ajetreo de fogones, las prisas por comprar el olvidado pan, el silencio a la espera de oír las oraciones de las mezquitas, el encendido de las luces de los minaretes…
Estos turcos trabajan poco. Para celebrar el final del “ramazan” dos días de fiesta. Que se unen a la fiesta nacional del sábado pasado. Esta se resume en rojiblanco, los colores de las banderas turcas que todavía hoy inundan gran parte de la ciudad. Y en la lluvia que convirtió el rojo en granate, e hizo suspender algunos actos. La fiesta conmemoraba el nacimiento de la republica de Turquía, y a su padre Ataturk. Nadie se va de Turquía sin saber la vida de este hombre de facciones errantes y mirada penetrante. Estos días de fiesta me quedaré en la ciudad. Ya tengo algo de trabajo de la universidad, debo mejorar mi turco, preparar el apartamento para mi primera visita oficial, y enseñarle la ciudad a mi nueva compañera de aventuras.


martes, noviembre 01, 2005

espera