miedo
Con las manos temblorosas, con el corazón acelerado y con un nudo marinero en el estomago escribo lo sucedido hace pocas horas.
Vivo en un primer piso. Salón con fachada a la calle, pasillo-cocina, dormitorio y baño en fachada posterior. Hay un gran ventanal en el salón, con dos pequeñas aberturas practicables. Por una de ellas él entró. Debió forzar el cierre o quizás deje la ventana mal cerrada. Entró en el salón removió las cosas, cogió mi cámara de fotos, pero no encontró el ordenador. La cámara no era suficiente. Debió recorrer el pasillo y se debió asomar a mi habitación. Allí estaba junto a mí. La noche anterior me había dormido junto al ordenador escuchando al gran maestro. El lo quería y se acercó. Yo me desperté y su silueta en esa luz del final de la madrugada vi. Mi corazón despertó de golpe y grité. Salte inconscientemente hacia él. El empezó a correr. Resbaló con las alfombras y conseguí hacerle la zancadilla. Chocó contra la pared y el cuadro se cayó. Tras él fui hasta la ventana. Allí le cogí por su jersey de lana azul celeste y su piel y oscuro pelo pude ver. Pero el saltó desde los
Pensándolo ahora, cometí imprudencias. Pudo ser peligroso. Por suerte no paso nada. Las cosas materiales no son importantes. Pero yo trataba de cogerlo por la intrusión, por lo que significaba ese despertar de domingo, no por lo robado. Ahora es cuando pienso y tengo miedo.